domingo, 4 de noviembre de 2007

El miedo y el silencio de la patronal vasca frente al nacionalismo

NOTICIA EL PAÍS
Mientras las cuadernas del Estado chirrían ante el desafío lanzado por el presidente vasco, Juan José Ibarretxe, y la incertidumbre vuelve a enseñorearse del panorama político inmediato, el empresariado vasco busca cobijo en un silencio colectivo, espeso, cargado de equívocos.
"Tenemos derecho a no decidir", enfatiza el secretario general de la patronal guipuzcoana, Adegui, José María Ruiz de Urtxegi. "Hemos decidido no opinar de política", proclama José María Vázquez Eguskiza, presidente de Cebek, la organización empresarial vizcaína. Si, como juzgan no pocos analistas, sólo el mundo económico puede llegar a moderar la hoja de ruta fijada por el lehendakari, habrá que convenir que el plan Ibarretxe (2ª parte) ha reiniciado su andadura sin encontrar verdadera resistencia.

"No decidir, no hablar, no pronunciarse". Ésa es la consigna, pese a que la iniciativa del presidente del Gobierno vasco se ha llevado ya por delante la proyectada unión de las cajas de ahorro vascas, amenaza la ubicación en Bilbao del Centro Europeo de Espalación de Neutrones -un proyecto de 1.200 millones de euros- y cuestiona obras estratégicas como la alta velocidad ferroviaria o el nuevo puerto de Pasajes. En medio de tanto mutismo, sólo el Círculo de Empresarios, que agrupa a las 62 mayores empresas vascas, ha alzado, discretamente, su voz para advertir al lehendakari de la inestabilidad que conlleva el enfrentamiento institucional con el Gobierno central, en un momento de posible cambio de ciclo económico y de reactivación de la amenaza terrorista.

Una alerta similar lanzada, a título personal, por el presidente de la Cámara de Comercio alavesa, Román Knörr, ha encontrado la descalificación expresa y pública del viceconsejero de Comercio, Rodrigo García. Nadie más ha rechistado. ¿Está definitivamente domesticada la clase empresarial vasca?

Parece obligado relacionar la actual reivindicación patronal del silencio con las divisiones que sacudieron al empresariado vasco hace cinco años, tras la presentación del primer plan soberanista de Ibarretxe. Cuando los directivos de Confebask, que agrupa a las patronales vascas, entregaron al lehendakari su documento crítico -El coste de la no España-, él les conminó a guardar silencio: "Dejadnos a nosotros y seguid el consejo de mi aitite (abuelo) que decía que no había que meterse en política".

Aunque la dirección de Confebask logró hacer público aquel escrito, consensuado entre todas las patronales, el nacionalismo dio la batalla en las organizaciones provinciales y creó una fuerte división interna que persiste hasta hoy. Algunos de los que más se habían significado en la crítica al plan Ibarretxe fueron desprestigiados y sometidos a boicot. "A raíz de aquello, dos empresarios de la construcción vinculados al PNV me anularon varios pedidos", afirma Sabino Iza, director de la firma de ascensores que lleva su apellido.

La Administración vasca posee, además, una gran capacidad de intervención y presión. "Quien más quien menos, casi todo el mundo tiene una línea de trabajo con el entramado institucional, controlado por el PNV", asegura un alto ejecutivo. "Si optas a un proyecto, si necesitas un permiso, si pretendes una subvención para el I+D+i, para la exportación, para lo que sea, no te conviene aparecer como elemento crítico. Aquí, el silencio es competitivo", resume.

Tras elogiar la eficacia de la Administración vasca -"está perfectamente ensamblada con el tejido industrial, es una herramienta muy válida"-, José Manuel Farto, ex secretario general de la patronal alavesa SEA, denuncia el clientelismo político. "Calculo que el 80% de las empresas que disfrutan de ayudas significativas están alineadas con el régimen nacionalista. Firmas que hace 20 años no eran nada han llegado a hacerse poderosas gracias a los favores de la Administración", sostiene.

Pero si las instituciones vascas pueden condicionar la oferta, la opinión pública española puede, a su vez, condicionar la demanda de la producción vasca. De ahí el travestismo político de no pocos empresarios que van por Euskadi de superabertzales y que cuando dejan atrás Pancorbo se colocan la chaqueta de españoles de pro. Difícilmente cometerán la torpeza de pronunciar la palabra España en Euskadi y, por lo mismo, se cuidarán de sustituir el nombre de España por el vocablo Estado cuando pisan Madrid. "El miedo a ser etiquetado políticamente puede llegar a hacerse obsesivo; por lo general, no se perdona que hayas trabajado profesionalmente para un equipo de gobierno de signo distinto", señala el director de una firma que trabaja preferentemente para las administraciones. "Por decirlo crudamente: no nos sentimos libres para expresarnos".

A lo largo de estas décadas, la invocación al patriotismo -"sólo si eres nacionalista serás admitido como vasco auténtico o buen vasco", subraya el industrial Ricardo Benedi, Premio Mejor Empresario Vasco 2003- ha sido práctica corriente a la hora de reclamar ayudas de la Administración. Lo admite también un antiguo cargo institucional del PNV que dirige hoy una importante firma de inversiones: "Hay quienes hacen valer su abertzalismo para ganar dinero, aunque luego no tengan reparos en vender sus empresas a un andaluz, un madrileño o un indio".
La propia patronal está financiada por la Administración. "Más del 90% del presupuesto de Confebask proviene de las arcas públicas, a través de convenios con Industria, ayudas a la formación... Las cuotas de las organizaciones empresariales territoriales suponen sólo el 10%", dice Iza. El ex presidente de SEA tiene la impresión de que la sociedad civil ha tirado la toalla.
¿Significa que al empresariado de Euskadi le resulta indiferente que el label vasco (certificado de calidad) pierda enteros en el mercado español, al que destina el 70% de su producción exportadora? ¿Que no teme reacciones de boicoteo como las que padeció el cava catalán? ¿Que ignora las consecuencias sobre los grandes proyectos estratégicos que puede acarrear la confrontación? ¿Que puede prescindir de la financiación estatal a la exportación y de las gestiones diplomáticas que les abren mercados internacionales? La respuesta unánime de la docena de personas entrevistadas para este reportaje es que no, en absoluto, pero que el empresario vasco está atenazado por temores que le invitan al silencio.

"Ninguno de los que trabajamos en los mercados exteriores queremos un enfrentamiento con España. Todo lo que suponga incertidumbre, inestabilidad política o crispación es malo para la empresa. Estamos en el mismo barco. Si a España le va bien, a Euskadi le va bien, y al revés", subrayan.

Pero la experiencia de hace cinco años no anima a cargar las tintas críticas. "En el anterior plan Ibarretxe, algunos competidores nos echaron toda la mierda que pudieron para sustituirnos en el mercado: que si éramos separatistas, que si ETA... El problema no es que la industria se vaya de Bilbao a Madrid, sino que termine yéndose a Varsovia; que mientras nosotros nos damos de tortas, vengan los chinos y se queden con el negocio", explica un nacionalista afín a las tesis del todavía presidente del PNV, Josu Jon Imaz.

"En Euskadi necesitamos un marco estable para 20 años que acabe con este mercadeo que pone precio a los escaños, pero tenemos que revisar los conceptos de país, Estado y patria", afirma. En su opinión, la pretensión de Ibarretxe de "dar la patada al árbol para que caigan las nueces" entraña el riesgo de que las presiones se vuelvan contra él. "Es como el chiste del dentista. Puede llegar un momento", advierte, "en que el paciente te agarre de los testículos y te diga: '¿Qué?, ¿jugamos a hacernos daño?". "Hay miedo", concluye, "porque esto puede ser una tormenta en un vaso de agua o una marejada en el Atlántico".

Es un temor muy extendido en el sector exportador. "Cada vez que abren la caja de los truenos tenemos problemas con nuestros clientes", señala un empresario. "El plan va contra la realidad de muchas empresas que somos, a la vez, vascas, españolas y europeas. ¿Cómo pagaríamos en la Euskadi independiente unas pensiones que son las más caras del Estado? ¿Tendremos que ponernos a la cola en la ventanilla de la UE, fijar aranceles, sustituir el euro por el eusko o el sabino? ¿Qué disparate es éste que nos proponen?"

Más allá de la duda de si la iniciativa del lehendakari es sólo una vuelta de tuerca más, un movimiento táctico, la impresión es que el empresariado vasco ha reaccionado con disgusto. "Cuando invierten aquí, las grandes firmas extranjeras invierten en España, no en una Euskadi inestable que juega frívolamente con el futuro", dice Ignacio González, director gerente de la multinacional PFERD, en Vitoria.

Roberto Gómez de la Fuente, consejero delegado de Xabide, detecta en el ambiente profesional un temor difuso al futuro. "La gente piensa que los políticos se han convertido en un problema y se pregunta hasta cuándo vamos a permitir que nos dividan como sociedad. Me lo dicen nacionalistas y no nacionalistas hartos de lo que consideran un despropósito general", cuenta. A juicio de Roberto Gómez, las instituciones han quedado en manos de los aparatos de los partidos. "Mi receta es más humor y menos tensión. Pero es cierto", señala, "que tenemos un panorama de choque de trenes, poca ilusión y miedo a este estado de cosas".

Todo contribuye, pues, a que el empresario vasco se inhiba, se camufle, calle y adopte la postura del mínimo riesgo, sobre todo, cuando, como ahora, ETA multiplica la extorsión. "Si el plan Ibarretxe se lleva a cabo, habrá una fuga masiva de empresarios vascos", augura el presidente de la patronal navarra, José María Ayesa. El miedo guarda la viña en Euskadi. Que este silencio no suponga la aceptación de la mordaza.

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