miércoles, 26 de septiembre de 2012

La oportunidad de los ciudadanos de Cataluña


Artur Mas ha dado por finalizada la legislatura más corta de la historia reciente de la Generalitat de Cataluña y ha llamado a elecciones para el próximo 25 de noviembre. Los adelantos electorales suelen deberse a diversos motivos: la inexistencia de una mayoría parlamentaria para gobernar, la existencia de sondeos favorables a ampliar la mayoría del partido gobernante o el fracaso total de la política del gobierno de turno.

Está claro que no es por la falta de una mayoría. Convergència i Unió tiene mayoría relativa (62 de 135), Artur Mas pudo ser investido presidente gracias a la abstención de los socialistas y ha contado con la ayuda de diversos partidos de la oposición para llevar adelante sus políticas: ha podido contar con el PP para la aprobación de los presupuestos y perpetrar los terribles recortes en la sanidad, en la educación o la introducción del repago; ha podido contar con Esquerra Republicana para evitar llevar al Parlament su corrupción en el caso Palau a cambio de tensar la cuerda con el resto de España y llevar al debate político la idea del pacto fiscal -para cuya aprobación también contó con la ayuda de Iniciativa per Catalunya- y dar ánimos al independentismo y a la extensión de los típicos estereotipos -"España nos roba", "el sur subvencionado", expolio fiscal, etcétera-. Ha sido una legislatura con apoyos variables y bastante fecunda en cuanto a recortes y eclosión del independentismo como vía para desviar la atención. Es cierto que han existido grandes manifestaciones de los trabajadores del sector público (personal sanitario, educativo, bomberos, trabajadores del transporte público, etcétera), pero no han tenido ni la repercusión mediática ni el apoyo masivo que han tenido otras convocatorias, las de tinte identitario y secesionista. Son estas manifestaciones independentistas, como la convocada por la Assemblea Nacional Catalana, a las que han ido dirigidas los mayores esfuerzos de partidos y colectivos que se dicen de izquierda, pero que han prestado un gran servicio a Artur Mas para no hablar de los recortes que sufren las clases medias y trabajadoras. 80.000 enfermos en listas de espera y 800.000 parados (más de 135.000 respecto a 2010) es la herencia de este bienio.

Son a estos manifestantes y a sus mensajes -"Catalunya, nou estat d'Europa"- los que han sido asumidos por Artur Mas para presentar a Rajoy su propuesta de pacto fiscal y, tras recabar la negativa, envolverse en la senyera y apelar a los catalanes y al derecho a decidir. Artur Mas se ha situado en un callejón sin salida, una huida hacia adelante pero de corto recorrido, ya que ha apostado por la unilateralidad y la confrontación no solo con el resto de España sino con las reglas democráticas. Mas, y los líderes de Esquerra, Iniciativa y Solidaritat juegan con el populismo de proclamar que "no hay límites a los deseos de la ciudadanía", obviando que el respeto a las reglas de la democracia no es un límite, es la garantía del respeto a la voluntad popular, la conservación de la convivencia y del respeto a la minoría y de evitar la tiranía de la mayoría. Las proclamas esencialistas del nacionalismo y de los que se suman a ese carro harían que Thomas Jefferson, defensor del republicanismo, se revolviera en su tumba.

La propuesta de resolución para el Debate de Política General del Parlament de Cataluña, defendiendo -una vez más- el derecho a la autodeterminación, en su argumento, dice así: "Bona part d’aquest catalanisme ha volgut trobar durant molts anys un encaix de la nostra realitat nacional al si de l’Estat espanyol mitjançant l’aportació d’estabilitat econòmica i regeneració en les formes de Govern, a canvi del reconeixement de la nostra llengua, la nostra cultura i un cert nivell d’autogovern", no hace falta traducirlo. Parece notorio observar que el catalanismo, en cuanto obtener el reconocimiento del catalán, de la cultura catalana y del autogobierno de Cataluña ha tenido un éxito total. En la Constitución de 1978 se reconocen las nacionalidades que se integran en España y el respeto por el autogobierno de las regiones, en directa influencia de la Constitución de 1931. Pero, añade la propuesta, "diferent en funció del període històric", es decir, abierto. Personalmente, creo que esta interpretación política del catalanismo es una más de las posibles; yo creo que la intención esencial del catalanismo histórico fue la lucha por la democracia y la configuración de una España plural, dado que tan grandes son los lazos de Cataluña con España hasta tal punto que, aunque es imaginable una Cataluña fuera de España, no es imaginable una España sin Cataluña

Sigue la propuesta en mantener los tópicos y retorcer la realidad: "la col•laboració amb l’entrada a la Unió Europea i a l’euro, la contribució a la modernització econòmica i al progrés democràtic, han topat amb una clara voluntat de recentralització i de laminació de l’autogovern –expressada amb les continuades invasions competencials i, de forma molt significativa, amb la sentència del Tribunal Constitucional sobre l’Estatut d’Autonomia de 2006-, l’incompliment dels compromisos continguts en els diferents acords entre Catalunya i l’Estat Espanyol, una inversió en infraestructures molt menor al pes econòmic sobre el conjunt de l’Estat,  el menyspreu i l’assetjament contra la llengua i la cultura catalanes i un dèficit fiscal continuat durant aquest període equivalent anualment al 8% de la creació de riquesa que avui posa en perill la cohesió social i el progrés econòmic". Es decir, acoso a Cataluña manteniendo el fantasma del expolio fiscal -contestado de forma muy buena por Francesc de Carreras, catedrático de la UAB- y presentar el trabajo del Tribunal Constitucional como algo distinto a su observancia de la constitucionalidad de las leyes que emanan de la soberanía nacional, en tanto que el Estatuto de Cataluña de 2006 es una ley orgánica elaborada por el Parlament catalán, sí, pero aprobado en última instancia por las Cortes españolas y refrendado por los ciudadanos de Cataluña -aunque fuera en una consulta con la participación muy reducida, lo que debería haber llevado a reflexión en Cataluña si el nuevo Estatuto era una demanda tan clara de la ciudadanía tal y como se presentaba en 2003-. Las reglas están para cumplirlas y, como son reglas libremente elaboradas, pueden cambiarse. La respuesta del nacionalismo catalán no es pedir el cambio de reglas, sino violarlas. La reivindicación nacionalista y la independencia son legítimas, no las formas en lo que podría sentar un peligroso precedente. ¿Con qué autoridad pretende presentar Artur Mas su transició y sus estructures estatals si alienta la violación de las reglas que no gustan? 

Esta transició y las estructures estatals que utiliza Artur Mas para evitar la palabra independencia son acertadamente replicadas por Guillem Martínez ayer en El País: "vete a saber lo que es". ¿Incluirá Convergència i Unió la independencia en su programa electoral para la nueva convocatoria? Está claro que introducirá el "derecho a decidir" -tan limitado que no se trata de decidir sobre los recortes, que debería ser el tema estrella de las elecciones anticipadas, sino de los temas identitarios, que tapan el verdadero debate que afecta a los ciudadanos en Cataluña y en el resto del mundo- y la promesa de convocar un referendo sobre la autodeterminación pero, ¿incluirá la preferencia de CiU ante hipotéticas consultas? En la posición respecto a España están posicionados claramente el resto del arco político: PSC, PP y C's apuestan por mantenerse en España y, de ellos, el PSC apuesta claramente por una configuración federal del Estado; ERC y Solidaritat per la Independència defienden la separación radical de Cataluña e incluso la declaración de independencia unilateral. Solo CiU es ambigua a este respecto, junto con Iniciativa per Catalunya, que primero defiende un federalismo que es confederalismo encubierto -la izquierda más allá de los socialistas siempre tiene problemas con los conceptos políticos- y luego el derecho a decidir, pero no se han decidido claramente si quieren a Cataluña dentro, fuera o al lado de España.

Una carta al director en El País es bastante elocuente:


Estoy a favor de un referéndum de autodeterminación para acabar de una vez con esta incertidumbre. Ahora bien, en caso de que salga el ,me surgen muchas preguntas:
¿Continuaremos con la impunidad penal de los políticos corruptos?
¿Continuaremos culpabilizando de todo a Madrid?
¿Continuaremos sin pedir responsabilidades a los políticos malversadores?
¿Continuaremos siendo una sociedad acrítica como hasta ahora?
¿Continuará la manipulación mediática y el fomento del pensamiento único?
¿Continuaremos regalando millones de euros a las entidades parasitarias de siempre?
¿Es esta la Cataluña independiente que queremos, una Cataluña endogámica, cerrada en sí misma y que todo el día se mira el ombligo?
¿Queremos una Cataluña donde se persiga la pluralidad, dividida en dos, donde unos son los buenos y los otros los malos (Mas dixit)?
Creo que hablo en nombre de los millones de catalanes que no quieren volver al siglo XIX, los catalanes invisibles a los medios de comunicación de casa. Laia Puig Martí.


Hay un discurso impuesto de que criticar el nacionalismo o al catalanismo, una opción legítima dentro de la libertad de expresión, es un ataque a las esencias de Cataluña. ¡Nada más lejos de la realidad! Cierto que existe un cierto anticatalanismo que, como otros discursos son deleznables, como el de que Extremadura o Andalucía son regiones subvencionadas o subdesarrolladas, como sostuvo un concejal de ICV, y cuyos parados aprovechan el dinero de Cataluña (de Cataluña, dicen, no de los ciudadanos, ni siquiera de los catalanes) para irse a bares, como dijo Duran i Lleida. El discurso victimista me recuerda al discurso sostenido por los políticos y cierta opinión pública de Israel, de que cualquier crítica contra Israel es antisemita y justificaría hasta el Holocausto. Cataluña, como cualquier otra región de España o de Europa, es digna de visitar y disfrutar de su cultura, sus municipios, sus paisajes y su gente. Pero si es una ciudadana de Cataluña, y por cuyo nombre no parece que sería acusada de "inmigrante", "charnega", etcétera, es la que nota que en Cataluña también hay problemas de acriticismo, de señalización de enemigos internos -inmigrantes, "malos catalanes"- o externos -Madrid-, de clientelismo alimentado con el dinero del contribuyente y casi de "sociedad enferma" y prepotente, ¿no será que existe realmente un problema en Cataluña que no se resuelve con la independencia? Ojo, que lo que pasa en Cataluña es lo mismo que pasa en el resto de España o en otros países: superados los argumentos esencialistas de la nación, el modelo del independentismo catalán es el de la Liga Norte de Umberto Bossi, el nacionalismo de ricos.

A la ciudadanía en Cataluña se le presenta una oportunidad. Artur Mas y CiU intentarán que la convocatoria electoral sea una elección entre independencia sí o no, y puede que -desgraciadamente- lo consigan, independiente de que incluyan el soberanismo o no en su programa, aunque se exige un poco de concreción a los ciudadanos. Los recortes quedarán ocultos tras la ola del soberanismo; ERC hablará de que lucha nacional y lucha social son lo mismo, pero, en realidad, Esquerra ha subordinado la denuncia de los recortes sociales en pos del apoyo al gobierno de Mas para la transició nacional; ICV, que es cierto que se ha opuesto con ahínco a los recortes de Mas, ha contribuido a que la cuestión nacional sea el debate predominante en Cataluña con su apoyo al pacto fiscal; el PP ha sido el principal avalista de los recortes de CiU y contribuye, con su nacionalismo español más centralizador, al anticatalanismo y a la separación; Solidaritat, como Esquerra, tendrá difícil situarse si CiU decide capitalizar el independentismo y tendrá que derivar a un nacionalismo más visceral, más retrógrado y antiespañol; Ciutadans parece gozar de un apoyo electoral estable pero estancado en lo que Duverger llamaría "partido testimonial" y, como UPyD, su programa genera un amplio rechazo de la mayoría de los catalanes. ¿Sería la hora del "nou PSC"?

Artur Mas, con el intento de obviar la gran regresión que ha sufrido Cataluña por su propia responsabilidad, quiere que la discusión política se desplace del eje entre izquierda y derecha a independencia-no independencia. Es notoria la esterilidad de este camino: después de la separación, ¿qué? ¿Los problemas se resolverían automáticamente? ¿Cómo se configuraría la política catalana? ¿CiU daría marcha atrás a los recortes y abandonaría su neoliberalismo, que es la marca de CDC, y su conservadurismo, de Unió, por apoyar la lucha social que dice defender Esquerra? ¿Cómo pretenden vender la idea de un Estado soberano pleno, cuando en la UE ya no puede existir tal cosa? ¿Cómo pretenden argumentar si la UE exige a sus socios la transferencia, en fondos de cohesión, de rentas de países más ricos a los más pobres, o las exigencias de Alemania a los países con mayores problemas económicos? Está claro que Cataluña no puede ser la "Holanda del Mediterráneo", como dice Mas, en todo caso podría convertirse en lo mismo que es ahora: un país con muchos problemas económicos de los que los gobiernos catalanes son directamente responsables. El nacionalismo no puede responder ni a la realidad ni a las hipótesis.

No, es necesario que la cuestión social, la defensa del Estado del bienestar y las opciones socialdemócratas a la crisis se cuelen en el debate electoral. El PSC, al que el desafío nacionalista parece haber centrado su defensa del federalismo y de los lazos que existen entre Cataluña y el resto de España, podría convertirse de nuevo en opción alternativa a CiU. Es cierto que el PSC ha tenido muchos complejos para configurar un discurso alternativo al nacionalismo, que su labor en el tripartito deja mucho que desear y que no han contestado con fuerza ni al pacto fiscal ni a los fuertes recortes. Es necesario que se diga claramente a la ciudadanía que la política de recortes y privatizaciones no resuelve la crisis, sino que profundiza la crisis y hace que la gente acepte más sacrificios mientras una selecta minoría, la élite económica, se beneficia; esa es la salida neoliberal, un nuevo fantasma que recorre Europa, pero sembrando el temor y generando apatía entre la mayoría social. Es imperiosa una respuesta unificada de la izquierda europea al desafío neoliberal; es en esta óptica donde se entiende el federalismo que defiende el PSC, de colaboración con el PSOE -porque Cataluña por sí sola no puede resolver la crisis ni reconstruir el Estado de bienestar-, como el socialismo español defiende el federalismo europeo y la unión política de Europa, colaborando con el resto de partidos socialistas europeos.

Parece que el PSC no va a celebrar primarias por la premura de las elecciones. Es algo que deberían haber previsto. Aún así, creo que la celebración de primarias sería una buena oportunidad para situar al PSC en el centro del debate político y así introducir el mensaje socialista en las elecciones frente al nacionalista. Son muchos los problemas que aquejan al PSC: debilidad del liderazgo de Pere Navarro, tensiones con los miembros más sensibles al soberanismo, pérdida del poder municipal, etcétera... el PSC tiene que recuperar el voto de los trabajadores, aquellos que, aunque sus familias no sean de origen catalán, son igualmente catalanes -pese a lo que opinen sectores del nacionalismo más radical- pero les preocupan cuestiones más sociales, porque las identitarias ya están a salvo con el respeto a la Constitución, a la libertad consagrada en ella y en el autogobierno catalán. El PSC tiene que recuperar también los votos de la clase media, mucho más catalanista y ahora empujada por el discurso dominante hacia salidas soberanistas. Ciertamente, la posición dubitativa del PSC respecto al pacto fiscal, apoyando una parte, absteniéndose en otra, es difícilmente defendible, menos cuando se abdica de explicar la realidad, que parece que en Cataluña no llega y que en España no se escucha apenas: que la Unión Europea camina -a ver si es verdad- hacia la unión fiscal, que es un elemento, junto con la unión política, del necesario federalismo europeo. Mientras, en el Parlament catalán, los representantes de los catalanes iban a contracorriente de Europa.

Quizás todo este gran circo quede en nada. Quizás, y seguramente, CiU vuelva a ganar las elecciones y consiga lo que pocos gobiernos han conseguido en Europa: revalidar su mandato tras una política brutal de recortes, aunque está claro que su victoria o derrota no dependerá de este aspecto, sino de si los catalanes consiguen -o quieren- quitarse la venda que el nacionalismo les quiere poner en esa transició nacional y reflexionan si, quizás, la mejor defensa de Cataluña es la defensa de sus propios derechos, la defensa de la libertad individual y colectiva más que la supuesta libertad nacional, que, parece que no, pero están todas recogidas en la Constitución de 1978 y en el Estatuto de autonomía.

Notas:
Catalanistas, amortizados o moderados, Albert Sáez (El Periódico de Catalunya, 5/09/2012).
Catalonian CT, Guillem Martínez (El País, 25/09/2012).
Cataluña es plural, (Editorial de El País, 26/09/2012).
Funámbulos (CiU) y conservadores (PSC), Albert Sáez, (El Periódico de Catalunya, 14/08/2012).
Gigantomaquia nacional, José María Ridao (El País, 26/09/2012).
¿Independencia?, Laia Puig Martí (Carta al director, El País, 24/09/2012).
La independencia no existe, Xavier Vidal-Folch (El País, 25/09/2012).
La salida soberanista, Francesc Valls (El País, 25/09/2012).
Las cuentas de la lechera, Ángel de la Fuente y Sevi Rodríguez Mora (El País, 24/09/2012).
Lo siento, niego la mayor, Francesc de Carreras (La Vanguardia (26/09/2012).
¿Qué ocurre con Cataluña?, Jordi Font (El País, 17/09/2012).
Perturbaciones en la fuerza del PSC, Xavi Casinos (El Periódico de Catalunya, 5/09/2012).
Racionalidad y burbujas, Jordi Gracia (El País, 12/09/2012).

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