martes, 27 de noviembre de 2012

Elecciones catalanas: la realidad contra el mesianismo




Artur Mas soñaba con hace de Cataluña "la Holanda del sur", y al menos en parte lo ha conseguido: el mapa político catalán, acostumbrado en la década de los 80 y los 90 a un sistema de cinco partidos definidos y estables (CiU, PSC, UCD/PP, PSUC/ICV y ERC) ha ido derivando en cada nueva consulta electoral desde 2006 a un arco político fragmentado y donde la gobernabilidad necesita de grandes dosis de acuerdos y pactos. Con el nuevo Parlament que surgirá de las elecciones del 25 de noviembre serán siete los partidos políticos representados, uniéndose las Candidaturas d'Unitat Popular (CUP); ocupando, quién sabe por cuanto tiempo, el espacio indepententista y de voto de protesta más extremista, donde compitieron, entre otros, Reagrupament (que en esta ocasión ha seguido el camino de otros desde ERC hasta CiU) y Solidaritat, que sin el protagonismo de Joan Laporta no han conseguido mantener su representación. El mapa político catalán se amplía por los extremos independentista y por el reforzamiento del indefinido espacio antinacionalista de Ciutadans, que adquiere grupo parlamentario propio.
(1) CiU, PSC, ERC, ICV-EUiA, SI, CUP, Reagrupament
(2) CiU, ERC, SI, CUP, Reagrupament
(3) ERC, SI, CUP, Reagrupament
(4) PSC, PPC, C’s, UPyD
(5) Es difícil encuadrar a ICV en el eje nacionalista/no nacionalista por su indefinición
(6) PSC, ERC, ICV-EUiA, CUP
(7) C’s, UPyD, SI
(8) CiU, PPC, Reagrupament, PxC


Artur Mas, apoyado por su federación CiU, convocó anticipadamente elecciones en el ecuador de su legislatura amparándose en: el fortalecimiento del movimiento independentista, según parecía demostrar la manifestación de la Diada, para exigir al gobierno central la imposición de un pacto fiscal como alternativa a desencadenar el proceso soberanista (pero también como primer paso para el mismo) y, como negativa a dicho pacto fiscal, a la apelación a los ciudadanos de Cataluña para iniciar el proceso soberanista al "Estado propio" mediante la aceptación de un "derecho a decidir" diferente al del resto de España. Derecho a decidir como eufemismo al derecho de autodeterminación. Estado propio como eufemismo a independencia. Cuestión identitaria por encima de la cuestión social y la crisis económica. Artur Mas se presentaba a las elecciones como el abanderado de la "voluntat d'un poble", un mesias que pedía no rendir cuentas por sus recortes y que remitía todos los problemas de Cataluña (recortes, rescate, pensiones, paro...) a un futuro hipotético donde una Cataluña independiente podría afrontar con éxito todos sus problemas, pero sin concretar el cómo.

Personalmente, me temía que la ciudadanía de Cataluña, inmersa, como el resto de la española, en un gran malestar e indignación por la crisis, su gestión y sus consecuencias, y atrapada como está entre una peligrosa polarización entre dos nacionalismos excluyentes, acabase por sucumbir a los mensajes de Mas y entregase su derecho a decidir, que es el voto, a la capacidad de decisión de una persona, una caricatura grotesca de "un líder, un pueblo, una patria". No oculto mi opinión de que la sociedad catalana, por más que yo admire y ame su cultura, su historia, su tierra y guarde gratos recuerdos de mis visitas a su tierra, tiene graves problemas como son las relaciones con el resto de España, las pasiones que crea la identidad o el idioma y el trato de algunos sectores minoritarios pero estridentes contra los que no se ajustan al ideal nacionalista. Son problemas que igualmente y de grado variable también afectan al resto de España y de Europa, y que no para mí es un asunto urgente que debemos afrontar si valoramos las virtudes de las sociedades plurales y democráticas.

Artur Mas y CiU se han llevado un notable chasco, un "batacazo" como titula El Periódico de Cataluña. Esperaban aumentar de sus 62 escaños a un mínimo de 68 (mayoría absoluta) y así tener las manos libres para llevar adelante la política neoliberal de la segunda generación de líderes convergentes (Oriol Pujol es su representante), como para tener la llave que abriera en el momento que ellos quisieran la caja de Pandora del soberanismo, con la ayuda de un parlamento más independentista donde los no nacionalistas estuvieran arrinconados. Bien. Si el objetivo de Artur Mas y Ciu era la "mayoría amplia" y un peso de los independentistas superior a los 2/3 del Parlament, podemos decir con total tranquilidad que han fracasado notablemente. No solo no han aumentado en votos y en escaños, sino que han perdido ambos y se encuentra en una situación de relativa fragilidad (veremos por qué). Además, los partidos nacionalistas parlamentarios (CiU, ERC, CUP y el ahora extraparlamentario SI) suman el 49% de los votos y 74 escaños, una mayoría clara, sí, e incluso podríamos sumar a Iniciativa (aunque sin saber a ciencia cierta qué quieren exactamente para Cataluña) y daría una mayoría más amplia, pero sin llegar a ser dos tercios de los escaños y, comparando con los resultados de 2010, no dominados por la agenda independentista, resulta que alcanzaron un número de votos del 49,9% del total y 76 escaños. Es decir, menos. Conviene recordar que ese bloque no es homogéneo, menos si sumamos a ICV, y que dichos partidos no comparten los modos de lograr la independencia. Cabe añadir que muchos votantes de CiU no son independentistas, sino adscritos a la derecha catalanista (moderados, por tanto), y parte de los cuadros de la federación tampoco lo son, caso de Unió Democrática.

Es notorio que la mayoría parlamentaria catalana es netamente nacionalista, como lo ha sido en otras ocasiones. Se esperaba que al plantear la cuestión identitaria y soberanista los electores más nacionalistas serían los que acudirían a las urnas con más ganas que los que no lo son, produciendo un parlamento con una mayoría nacionalista reforzada. No ha sido así. Seguramente la polarización identitaria es la principal responsable del aumento de participación: casi un 70%, rompiendo récords en un electorado bastante desmotivado para acudir a las urnas (véase la escasa participación para ratificar el nuevo Estatuto). Con todo, una alta participación siempre es motivo de satisfacción para una sociedad democrática, pues muestra fielmente la opinión de una gran mayoría social. Lo que se puede decir del resultado de esta gran afluencia electoral es que los catalanes han sabido combinar de manera loable tanto el castigo a las políticas de CiU (12 escaños menos y casi cien mil votos perdidos lo atestiguan) como mantener la correlación de fuerzas entre partidos nacionalistas y no nacionalistas, con ajustes en el interior de estos mal llamados "bloques". Ese mantenimiento del statu quo, no obstante, no aleja la apuesta soberanista de Mas, aunque pone algunas piedras en sus pretensiones: si Mas quiere seguir adelante con el proceso, debe compartir el liderazgo con ERC, que ha movilizado para sí más electores de los que CiU ha perdido. Como nota, es preciso señalar que Francisco Llera, director del Euskobarómetro, ha dicho que PNV y Urkullu tomarán nota de las consecuencias adversas que tienen para las fuerzas moderadas radicalizar el debate.

La indefinición de PSC, con demasiadas abstenciones en momentos cruciales (en la investidura de Mas en 2010, en el debate tramposo sobre el "derecho a decidir"), sin saber escapar del esquema trazado por el nacionalismo (donde Cataluña no puede ser algo propio en España y donde "decidir" se ha asociado a autodeterminación e independencia, saltándose las leyes si es preciso, como admitió Mas) ha resultado notablemente castigada por los electores. Cualquier reflexión interna que determine que el resultado es bueno porque "ha mejorado las expectativas de las encuestas" es una necedad. El PSC ha perdido 50.000 votos con mayor participación y, aunque mantiene el puesto de segunda fuerza popular, pierde el de segunda fuerza parlamentaria por un escaño en beneficio de ERC. Su electorado fiel sigue estado concentrado en el cinturón metropolitano de Barcelona (perdiendo de nuevo apoyos, y con un resultado terrible en la Ciudad Condal: cuarto puesto) y compuesto por las clases trabajadoras y medias, castellanohablantes y de orígenes extremeños o andaluces. Mi impresión es que aquellos electores que hicieron del PSC primera fuerza de Cataluña en las autonómicas en 1999 y 2003, y siempre primera fuerza en elecciones nacionales, que son, aparte de los mencionados, las clases medias más catalanistas, que ahora apoyan a CiU y seguramente a ERC. Ni siquiera el PSC mantiene a las clases trabajadoras y a los electores no nacionalistas, que están yendo al PPC y, ahora especialmente, a Ciutadans, sin olvidarnos de ICV. El PSC, si no quiere evitar esta dirección a la irrelevancia, debería intentar establecer un perfil propio enfrentado tanto a CiU como al resto de la izquierda y del campo no nacionalista, deseoso de seguir medrando en el espacio socialista aunque su consecuencia más notable sea la división. Habrá que ver si Pere Navarro y su equipo mantienen el liderazgo del partido. Es probable que sea así, veremos si con cuestionamientos internos, aunque la marcha de parte de los líderes del ala antaño más catalanista, ahora más inclinada al soberanismo, podría contribuir a poner un poco de paz en el PSC y ayudar a crear un discurso más definido que consiguiera combinar catalanismo con izquierda, clases medias y clases trabajadoras y la concepción de Cataluña en España. En buena parte, dependen del contexto, pero sólo si lo saben aprovechar bien.

El salto de ERC lo devuelve a los niveles de la etapa de Carod Rovira y Puigcercós en el tripartito de izquierdas aunque, en esta ocasión, su fuerza vaya a trabajar en una dirección bien distinta. Entonces, el ascenso y la caída de ERC fueron a la par que la fortuna y la ruina del tripartito, vinculados a la colaboración de las izquierdas catalanas (no solo regionalmente, sino en la política nacional con la Entesa Catalana de Progrés en el Senado y con la colaboración parlamentaria con el gobierno de Zapatero). Ahora, la fuerza de ERC está puesta al servicio del proceso soberanista iniciado por Mas. El ascenso de los republicanos viene por una alta movilización de su electorado (más del que haya podido ir de CiU a ERC) para condicionar la política de Mas, tanto si es para continuar con el plan soberanista como si es para la acción de gobierno, combinando el sentimiento independentista (con la boca grande) con la izquierda (con la boca chica), en una bien calculada estrategia para poder considerar tanto la colaboración gubernamental como la postura íntegra de independencia e izquierda.

El PPC puede hacer gala de haber mantenido sus resultados y no verse afectados directamente por la política de Rajoy, consiguiendo movilizar a su electorado a la par que lo ha hecho la totalidad de los votantes, aumentando discretamente. No consiguen, asimismo, ni superar al PSC ni avanzar en su electorado, que ha preferido irse a Ciutadans. No obstante, creo que han podido obtener una parte importante del voto perdido de CiU, moderado en la cuestión nacional y más identificado con valores conservadores. Como en el campo contrario, esto es, del nacionalismo independentista, el campo del "españolismo" o del nacionalismo español también se refuerza con las subidas de C's y PPC.

ICV es otra de las fuerzas, junto con ERC, que han "triunfado" en estas elecciones. Electoralmente, consiguen representación en las cuatro provincias catalanas. Partían con una combinación de la oposición total a la política de CiU pero con el apoyo total en el pacto fiscal, primero, y en el proceso soberanista, después, pese a ciertas indefiniciones de peso (su propuesta de federalismo de libre adhesión no es sino un confederalismo adornado de palabras bonitas, así como la inexistencia de una postura clara -Sí o No- ante una hipotética independencia, que incluso tiene el PSC bien definido pese a tener sus propias incoherencias) que, al parecer, no han sido impedimento para recuperar niveles perdidos durante la época del tripartito (por otro lado, quizás esas indefiniciones también han podido frenar avances en el electorado progresista que ha podido optar por votar al PSC o a C's, pese a las altas simpatías que les provoque el ideario social de ICV. Como me recordaba una amiga, ICV enarbolaba su cartel electoral como "Dret a decidir sí. Drets socials, també" (Derecho a decidir, sí. Derechos sociales también). Como le ocurría al PSC, ICV también se ha encontrado presa del esquema dibujado por CiU, donde el eufemísticamente conocido como "derecho a decidir" es el eje de todo. Con todo, ICV mantendrá su línea de acción política de oposición frontal al gobierno convergente y de apoyo total a la cuestión soberanista. Joan Herrera, su candidato, reivindicaba la herencia del tripartito de izquierdas, pero lo cierto es que, pese a que ICV con diez o trece diputados haga una oposición muy buena a la derecha nacionalista, apenas hay una contribución a una alternativa de gobierno. Quizás esperen que los ecos de Syriza lleguen a España, pero yerran al no ver que la realidad diversa de Cataluña y de España no necesita maximalismos y reivincidaciones acaladoradas de ver quién es la "auténtica izquierda" o quién es "más de izquierdas que otro". Si quieren una alternativa de izquierda democrática y catalanista a CiU, sea de quien sea el liderazgo (PSC, ICV, ERC), será por la vía del acuerdo y la aceptación que ninguno puede imponer ninguna "verdad revelada" o pureza ideológica a los demás.

Ciutadans ha superado expectativas y, doblando su número de votos, consigue no solo grupo parlamentario propio sino hasta nueve escaños y uno fuera de la provincia de Barcelona. C's, pese a lo que pensé en el momento de su entrada en el Parlament en 2006, se ha consolidado en la política catalana (y sobre todo gracias a la crisis del PSC entre su electorado tradicional y, como otros partidos, tiene grandes incoherencias que de momento no le han pasado factura. ¿Cómo definir a C's? ¿Es un partido nacionalista español? ¿Es un partido progresista? ¿Es una derecha disfrazada? Yo creo que C's es la expresión política de ciudadanos que se sienten españoles siendo catalanes y no tienen ningún problema por ello, y no arriesgo mucho al creer que un partido progresista, pese a alianzas que me repugnan como la coalición con la euroescéptica y conservadora Libertas en las elecciones europeas.

La propia existencia de C's es, como vi en un comentario en Twitter, "la prueba del hecho diferencial" de Cataluña, donde UPyD no tiene espacio (0,4% de votos) pero sus postulados son, más o menos, compartidos. Dando un poco la vuelta a la afirmación del "hecho diferencial", lo que prueba es que los catalanes quieren partidos políticos más próximos, incluso llevando a adaptarse a los grandes partidos como el socialista (el PSC es un partido federado al PSOE pero cuya existencia no puede entenderse sin dicho vínculo, cualquier intento de romper lazos sería un disparate; no hay que romper lazos sino clarificar posturas) para, así, incluso, demostrar que ser catalanes es su forma de entender ser españoles. Una reflexión que debería hacerse por algunos en Cataluña y por otros fuera de ella. La incomprensión mutua debe ser no solucionada con la ruptura sino con el entendimiento.

En el campo independentista y extremista hay una constante evolución. Perdido (y quizá para bien) para ERC, no ha habido un partido que haya conseguido consolidarse. En 2010, Reagrupament y Solidaritat pelearon por ese espacio, con la victoria de este último (gracias al empuje de Laporta) y con la deriva de los exERC hacia el mismo camino que siguieron Pilar Rahola y Colom y su Partir per la Indepència a CiU. Ahora, la irrupción de las CUP en las elecciones parlamentarias y la marcha de Laporta de la política ha acabado con la breve presencia parlamentaria de SI. CUP lleva al Parlament la voz de la izquierda independentista, rupturista e indignada por la crisis. A ERC le interesaría que el proceso soberanista discurriera según sus intereses, con el miedo a que una posible (y probable) frustración lleve a la radicalización de su electorado en beneficio de las CUP.

¿Qué puede pasar? Lo principal para la gobernabilidad de Cataluña es saber con qué otros partidos puede contar Artur Mas. Está claro que, dados los resultados, cualquier combinación de gobierno o mayoría pasa por CiU como eje central y con Mas en la presidencia. Eso descarta directamente a ICV, que se niega a apoyar a Mas, a C's, que reclama su dimisión, como a las CUP, en las antípodas de las concepciones políticas del presidente de la Generalitat. Aritméticamente, CiU puede pactar tanto con el PSC (70 escaños), con ERC (71) o con el PPC (69), pero cada uno con condiciones muy distintas: un pacto con el PSC es incierto, si los socialistas quieren desmarcarse de cualquier apoyo a Mas, y llevaría inevitablemente a relajar el ansia soberanista de Mas; un pacto con el PPC es aún más improbable, porque exigiría acabar de raíz con el proceso soberanista, aunque coincidiesen CiU y PP en su política neoliberal. 

Es más posible un pacto final con ERC, aunque los republicanos no quieren entrar en el gobierno. Piensan que pueden combinar estar en la oposición con el apoyo al gobierno. Esto, de primeras, es incoherente: Artur Mas necesita el apoyo explícito de al menos una de las tres fuerzas políticas mencionadas para poder gobernar. Si ERC se convierte en el socio preferente de CiU no puede pretender encabezar la oposición parlamentaria. El apoyo de los republicanos se condiciona a mantener la agenda soberanista, incluso revertir parte de los recortes de Mas. Pero Artur Mas necesita, más que eso, apoyo a las leyes más importantes, como la de presupuestos que, inevitablemente por la ideología de CiU y las circunstancias, tendrán que contener nuevos recortes, así como los malabarismos en el día a día de la administración con el pago de nóminas y pensiones (que se pagan gracias a la deuda y el dinero puesto por el gobierno central en cantidades muy superiores al pretendido "expolio" que no existe). ERC tendrá que tragarse su lado izquierdista (poco le costará, más preocupados por la vía a la independencia) a menos que consiga que Artur Mas de un giro de 180º a su política económica. 

Al final, se impondrá el sentido de estado, o "acuerdos de país", en terminología catalana. No sería recomendable realizar nuevas elecciones por la falta de una mayoría clara de gobierno para nadie (un hartazgo del electorado por el fracaso de sus representantes podría aumentar la abstención de nuevo, cuestionar el proceso soberanista, y ni siquiera CiU sabe si una repetición electoral podría darle más maniobra o perjudicarles), aunque es probable que la legislatura no llegue a completarse, y con ese escenario deben trabajar los partidos. Aún es pronto para saber si el mal resultado de CiU puede llevarles a replantearse su deriva soberanista o a que emergan grietas entre CDC y UDC. No olvidemos que la apuesta soberanista de Mas era para ser liderada por él en exclusiva y quizás por otros como meras comparsas, pero esto ya no puede ser así: Oriol Junqueras, de ERC, reclama su parte. CiU no es una formación que camine con pasos muy inciertos y si esta aventura no tiene visos de reportarle beneficios políticos, tendrá que hayar alguna manera de ponerle freno, bien directa o indirectamente. Indirectamente ya sabemos que un proceso de ese tipo es imposible sin acuerdos para reformar la legislación española y sin acuerdos con el resto de España, a menos que quiera saltarse la legalidad vigente. La pérdida de votos debería ser un aviso para Mas de que llevar a una fuerza moderada a planteamientos extralegales puede ser muy peligroso: los partidos nacionalistas tienen mayoría, sí, pero no olvidemos que los netamente independentistas son aún menos votados que CiU, y creo que en CiU nadie quiere emular los resultados de ERC.

Como breve repaso a la prensa nacional e internacional, de fuera de España se destaca la victoria de los nacionalistas; Der Spiegel destaca que "Abspaltung Kataloniens von Spanien wird unwahrscheinlicher" ("la separación de Cataluña de España es poco probable"). En España, las reacciones han sido más o menos las mismas: fracaso de CiU aunque no (de momento) de la aventura soberanista, pese a que muchos la ven como difícil, caso del Deia. El Punt Avui, periódico catalán claramente independentista, hace algo de malabarismos pues destaca que: son mayoría los partidos nacionalistas, la bajada de CiU se debe a su excesiva personalización de la campaña en Artur Mas y se han movilizado electores no nacionalistas por la polarización. Destaca que "tanto el soberanismo como el españolismo se han neutralizado", creciendo prácticamente en la misma proporción con mayor participación, para reconocer al final que "la voluntad del pueblo es compleja" y, aunque no lo quiera decir, en esa voluntad participan los que no quieren la independencia, que son muchos. El País habla de "órdago fracasado" y, por último, resulta muy interesante el artículo de Enric Juliana en La Vanguardia, una declaración de la opinión del órgano de la burguesía catalana: "Ha ganado España". Resume así en tres palabras (con la palabra maldita para el independentismo catalán) lo que puede resultar de la convocatoria electoral: "El catalanismo es hoy una mayoría sentimental con graves dificultades de operatividad política", "Cuando dentro de unas semanas se negocie la formación del nuevo gobierno, los entusiasmos para formar parte de un ejecutivo obligado a seguir la senda de los duros sacrificios serán perfectamente descriptibles", "la sociedad catalana ha desistido de concentrar en una misma narrativa los deseos de un orden distinto". Bastante revelador.

En definitiva, los catalanes han demostrado en las urnas que no hay una manera única de ser catalán, ni de ser español, y que no hay un único mensaje con la suficiente fortaleza para imponerse a otro sin provocar fuertes rupturas. Se debe imponer el entendimiento. Lo quieren los ciudadanos.

Enlaces de interés:
"Campanya a examen", El Punt Avui, 27/11/2012.
"En CDC todo está muy mal y emperorará", Alfons Quintà, ElDebat.org, 26/11/2012.
"ERC descarta entrar en el Govern", ElDebat.org, 26/11/2012.
"ERC exige a CiU, para pactar, el fin de los recortes en los servicios básicos", ElDebat.org, 26/11/2012.
"Ha ganado España", editorial de Enric Juliana en La Vanguardia, 26/11/2012.
"La separación de Cataluña de España es poco probable", Der Spiegel, 26/11/2012.
"La voluntat del poble és complexa", El Punt Avui, 26/11/2012.
"L'espanyolisme i el soberanisme es neutralitzen", El Punt Avui, 27/11/2012.
"Órdago fracasado", editorial de El País, 26/11/2012.

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